Como cada año, los primos Gutiérrez nos juntamos para celebrar a los que cumplimos años a finales de agosto y principios de septiembre. Nunca es fácil juntar a todos, y esta vez no fue la excepción, especialmente con tantos nuevos papás y mamás cambiando pañales y durmiendo mal. Sin embargo hay que reconocer que este año hubo muy buena respuesta y asistió un gran número de primos. Faltaron más. No se hagan, saben de quiénes hablo. A ver si para la siguiente nos honran con su presencia los ausentes a esta ocasión.
Para este año decidimos cambiar la tradicional reunión casera por una cena en un restaurante griego que recomendó Myrna, y que resultó una delicia al paladar y a la vista. Les recomiendo este lugar en la Condesa, el Agapi Mu. Hay un espectáculo de bailarines donde todos terminan participando, y la comida está sabrosa.
Los tragos iniciaron en casa de los Gutiérrez Ponce Nava, donde le estuvimos entrando sabroso a los pisco sours (sin clara de huevo, eso sí, porque a las Delgado les da asquito) que la anfitriona Zyntya preparó como toda una limeña. Acompañamos los tragos con canchita serrana, un tipo de maíz peruano tostado y sabroso. En la casa estuvimos pisteando (mejor dicho, pisqueando) Fabián, Marina, Gaby, Toño, Adrián, Myrna, Blanca, Zyntya y Emmanuel. Ya cuando los pisco sours nos habían relajado, llegaron Sergio y Andrea para que de ahí nos fuéramos todos al restaurante.
En el lugar nos encontramos con Eduardo y Regina, que justo iban entrando, y nos apañamos todos una mesota donde le entramos sabroso a las botanas griegas: bolitas de carne, calamares rebozados, rollitos de hoja de parra, quesitos y pan pita con tsatsiki. Algunos le entramos valientes al Ouzo, aunque al final sólo pudimos combatir al anisado enemigo de a sorbitos pequeños (salvo Marina, que le entró con singular alegría).
Luego la mesa se llenó de platillos helénicos, cabrito al horno, ensaladas con queso de cabra, vinito, y otros ricos platillos. Llegaron luego los bailarines y comenzó el espectáculo. Al poco rato, ya había sacado a algunos de los incautos a bailar, y tímidos al principio, regresaron sudaditos y sonrientes. Poco a poco fuimos pasando todos (o casi todos, porque Eduardo no se dejó convencer y a Andrea se le disculpa por su embarazo).
Gaby y Toño aprovecharon que el chamaco lo estaban cuidando los abuelos y le sacaron brillo a las suelas, un pie por delante y un pie por detrás. Fabo y Marina le tupieron duro, Adrián y Myrna se la pasaron de lo lindo en la pista, Blanca le zapateó también, y Checho dio muestras de ser un bailarín experto, haciendo una fusión cultural entre bailes griegos y “los chinelos”.
Si me lo preguntan, el momento más memorable fue cuando todas las chicas hicieron un baile chenchualón moviendo caderitas y ondulando los brazos como serpientes. Se veían lindas de tan chulas. Claro, después tocó el turno para que los señores pasar al frente a bailar (excepto Eduardo), poniendo a más de una a suspirar (aunque sea de aburrimiento) y a otras tantas a reír.
Al final terminamos cantando las mañanitas, comimos unos ricos postres con velita de cumpleaños, y para rematar, bailamos todos juntos (excepto ya saben quién) el famosoZorbel griego Sirtaki.
Para este año decidimos cambiar la tradicional reunión casera por una cena en un restaurante griego que recomendó Myrna, y que resultó una delicia al paladar y a la vista. Les recomiendo este lugar en la Condesa, el Agapi Mu. Hay un espectáculo de bailarines donde todos terminan participando, y la comida está sabrosa.
Los tragos iniciaron en casa de los Gutiérrez Ponce Nava, donde le estuvimos entrando sabroso a los pisco sours (sin clara de huevo, eso sí, porque a las Delgado les da asquito) que la anfitriona Zyntya preparó como toda una limeña. Acompañamos los tragos con canchita serrana, un tipo de maíz peruano tostado y sabroso. En la casa estuvimos pisteando (mejor dicho, pisqueando) Fabián, Marina, Gaby, Toño, Adrián, Myrna, Blanca, Zyntya y Emmanuel. Ya cuando los pisco sours nos habían relajado, llegaron Sergio y Andrea para que de ahí nos fuéramos todos al restaurante.
En el lugar nos encontramos con Eduardo y Regina, que justo iban entrando, y nos apañamos todos una mesota donde le entramos sabroso a las botanas griegas: bolitas de carne, calamares rebozados, rollitos de hoja de parra, quesitos y pan pita con tsatsiki. Algunos le entramos valientes al Ouzo, aunque al final sólo pudimos combatir al anisado enemigo de a sorbitos pequeños (salvo Marina, que le entró con singular alegría).
Luego la mesa se llenó de platillos helénicos, cabrito al horno, ensaladas con queso de cabra, vinito, y otros ricos platillos. Llegaron luego los bailarines y comenzó el espectáculo. Al poco rato, ya había sacado a algunos de los incautos a bailar, y tímidos al principio, regresaron sudaditos y sonrientes. Poco a poco fuimos pasando todos (o casi todos, porque Eduardo no se dejó convencer y a Andrea se le disculpa por su embarazo).
Gaby y Toño aprovecharon que el chamaco lo estaban cuidando los abuelos y le sacaron brillo a las suelas, un pie por delante y un pie por detrás. Fabo y Marina le tupieron duro, Adrián y Myrna se la pasaron de lo lindo en la pista, Blanca le zapateó también, y Checho dio muestras de ser un bailarín experto, haciendo una fusión cultural entre bailes griegos y “los chinelos”.
Si me lo preguntan, el momento más memorable fue cuando todas las chicas hicieron un baile chenchualón moviendo caderitas y ondulando los brazos como serpientes. Se veían lindas de tan chulas. Claro, después tocó el turno para que los señores pasar al frente a bailar (excepto Eduardo), poniendo a más de una a suspirar (aunque sea de aburrimiento) y a otras tantas a reír.
Al final terminamos cantando las mañanitas, comimos unos ricos postres con velita de cumpleaños, y para rematar, bailamos todos juntos (excepto ya saben quién) el famoso
Con todo y que estuvimos mucho tiempo bailando, y comiendo, de todos modos nos dio tiempo de convivir, cotorrear, chismear y viborear, cosa rara en esta familia. Al final creo que hablo por todos si digo que la velada fue un éxito y que valió mucho la pena el darle un giro a la reunión de este año y visitar el Agapi Mu. Ya veremos qué se nos ocurre para el próximo año. Por lo pronto, yo sugiero la cantina La Polar. A ver si ahí sí llegan los ausentes, ¿no?
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